Opinión

Ecuador: Sonata para sordos

Nicole Torres / @nikole_torres_a 

En Sonata para Sordos, Iván Egüez narra el amor en un país en convulsión. Podría ser cualquier día en Ecuador, con cualquier historia de amor y tenernos como protagonistas a cualquiera de nosotros. Pero se trata del amorío de Julián e Islandia, dentro de un museo de música, en medio del levantamiento indígena de 1999.

El autor emplea metáforas para situarnos en Quito, una ciudad caótica, con olor a gas lacrimógeno y a represión policial. Es una novela corta en la que, como en la vida real, se mezclan dos mundos.  Islandia, Isla, en su burbuja, realizando mediación a un grupo de visitantes, a los que debe “proteger” de las revueltas. Julián que, involuntariamente, termina en el “tumulto” de las calles con los indígenas que protestan.

El hilo conductor son datos y anécdotas musicales, con grandes guiños políticos, que intercambian los protagonistas:

“El museo está dividido en cuatro familias, según la naturaleza de los cuerpos, que producen sonido: Aerófonos (¿los que viven en las alturas, no creen en nada, no pisan la tierra ni regresan a ver, Islandia?); idiófonos (¿los idiocios de la clase media, Isla, con terno pero sin medias?); cordófonos (¿los que viven bajo cuerda y son llevados a las urnas a cordel?); y membranófonos (¿aquellos espectros que ya son solo hueso, pellejo y ganglios?)” (Egüez, 2000, pág. 35).

Ecuador en llamas. Fotografía del Paro Nacional 2022.

Me tomé el atrevimiento de juntar y reordenar ciertas frases de este libro, para enlazar ese Ecuador de “novela” con nuestro Ecuador:

 “Me despierto. Y como el dinosaurio de Monterroso, el país sigue ahí en mal estado. ¿Y tú?”. “¿País? Quizá paisaje. Y eso, también, todavía. Pero no”. “Vivimos con la sensación de estar asfixiándonos”. “Esta isla de paz donde no hay día que no muera gente que antes no había muerto (…)”. “Muertos sin ente(r)rarse, vivos sin sepelio, heridos el alma, sanos sin ánimo ni porfía”. “Esa línea improrrogable entre el hoy y el mañana, en el país se llama incertidumbre” (Egüez, 2012).

“¿El Presidente también es instrumento?” “No se elige presidente para un período presidencial sino para una plaga de x años”. “Lo que sucede es que mi pierna izquierda parece de derecha y me gobierna inclemente como un ancla”. “Pero también tiene que ver con el diálogo de sordos entre políticos, con la sordera de los que siendo dueños del país, también se creen dueños de la verdad”. “No es nuestro problema que el Presidente deje pasar las semanas y no resuelva lo que podía haber resuelto en un día”. “¿En qué trámite burocrático se habrá traspapelado la gloria de Dios? “¿Va a caer el Presidente? (…) ¿Va a caer el país? Va a decaer. Ese es el precio” (Egüez, 2012).

En otras líneas, el desamor se junta con el amor, la crisis, el deseo y la desazón:

 “Porque con el amor, como con la gracia, nunca se sabe”. “¿Será verdad que todo amor está condenado al olvido o, al menos, a su deterioro?”. “¿Sin hacer el amor? ¿Sin tocar nada? Con este gobierno malaganoso hasta las ganas se van”. “Pero si alguna vez yo abusara de tu fragilidad, en mi recuerdo quedarías entera, pues se rememora el jarrón, no los añicos”. “Usted necesita un profesional a carta cabal. Alguien que le garantice la Fidelidad Matrimonial Incondicional. ¿FMI?”. “Atravesamos una crisis. Nos damos una tregua. Dejamos de vernos un tiempo” (Egüez, 2012).

Al final, solo queda un epílogo incendiario, que se convierte en una fórmula para contrastar a la “peste del olvido”, justo como Aureliano Buendía hizo en Cien Años de Soledad.  Ponerle nombre a cada una de las víctimas, frases de sus seres queridos y hablar de sus intereses:

“Levanta, Taitico, no te hagas el dormido, sin vos no hay fiestas” le rogaba la abuela al interfecto”. “Quedó ciega con un ojo vaciado y el otro titilante. Ser ciega no ha sido ver negro sino no ver nada” (Egüez, 2012).

Resulta imposible no.ver.la realidad de Ecuador, 25 años después, y compararla con la del 99. La violencia es pan de cada día, el país está controlado por todos, menos por el que se supone que debería, y los periodistas se han exiliado para preservar sus vidas. El narcotráfico permea todos los sectores de la sociedad. ¿Este es solo un libro más? O ¿es un mensaje en código morse? ¿Llegará esta sonata a algún lado?  O ¿será como propone su autor, un tum tum de ultimátum? “Porque el destino a veces es paciente. Comedido, nos toca la puerta para que despertemos” (Egüez, 2000).

Bibliografía

Egüez, I. (2012). Sonata para sordos. Quito: Luna de Bolsillo.